El precio internacional de la soja viene en constante aumento hace ya varios meses ubicándose en valores que no se veían desde hace 7 años. Y si bien estos incrementos representan un beneficio para el país gracias a un posible ingreso récord de divisas por exportaciones del complejo sojero, la realidad del productor no es la misma.
Hoy el precio internacional de la soja se posiciona alrededor de los US$ 550 por tonelada en el mercado de Chicago, pero el productor argentino no recibe todo ese monto. El precio está sujeto a la quita por retenciones y a los efectos distorsivos del desdoblamiento del mercado cambiario, haciendo que solo perciba, de manera real, el 38 % del precio internacional.
Lo que se pierde
Del precio de referencia para la exportación de US$ 556/Tn, en primer lugar se deben descontar las retenciones, que hoy se ubican en un 33 % y otros costos de exportación y/o industrialización. Así, el valor real cobrado se reduce a US$ 339/Tn, aproximadamente. Pero por más que se opere en dólares, al productor le pagan en pesos, los cuales tomados al cambio oficial ($93 en promedio), se traducen en $31.500/Tn.
Y es aquí donde empieza a jugar la otra retención implícita, la del desdoblamiento cambiario. El analista de mercados Carlos Etchepare explicó que esos US$ 339 que percibe el productor son “solo teóricos, porque hoy dólares a 93 pesos no se consiguen. Hay que ir al contado con liqui o el dólar bolsa (MEP) que están a $153 pesos en promedio. Esto quiere decir que si el productor quiere comprar dólares con los $31.500 equivalentes que percibió por una tonelada vendida, solo podría comprar US$ 206, que a fin de cuentas, es lo que realmente percibió. O sea, solo un 38% del precio internacional».
“Por supuesto que esto es un desincentivo para el productor, pero no quiere decir que el número no le cierre”, puntualizó Etchepare. “Hoy en muchas zonas, si el productor tuviera una cosecha buena y un rendimiento normal, el número le cierra porque los costos fueron bajos y muchos insumos todavía están con el dólar oficial, pero, de todas maneras, no es lo que deberían pagarle. Si el productor va a sembrar la misma superficie que el año pasado con estos precios, si cobrara el precio pleno recibiría mucho más”, agregó el analista.
Para el especialista en mercados granarios “es más dañino el diferencial cambiario que los derechos de exportación, ya que las retenciones las tienen asumidas”. Y en este sentido, ejemplificó: “Desde 2008, cuando se produjo el conflicto de la resolución 125, y hasta 2011, el precio más alto que cobró el productor estaba en el orden de los US$ 350 dólares, pero, en ese momento, no había un doble mercado cambiario. O sea, el productor cobraba el equivalente en pesos, pero podía comprar dólares. La gran distorsión del desdoblamiento apareció en 2011”.
Competitividad
Este monto que percibe el productor, demasiado por debajo del precio internacional del producto, se presenta como un inconveniente para la competitividad de los agricultores argentinos. Sobre todo si se considera que en la región sus pares uruguayos y brasileños captan casi la totalidad del precio internacional. De hecho, un productor de Uruguay cobra US$ 500 por tonelada de soja, mientras que un brasileño llega a los US$ 540 en promedio.
Sin embargo, el argentino tiene un aliciente. Según Etchepare, en esos países vecinos “tienen otros costos y otros rendimientos. En Brasil hay costos más altos por los fletes. Las distancias entre las zonas de producción y los lugares de entrega son mucho más grandes que en Argentina. Lo mismo pasa en Uruguay: hay costos más altos y menores rendimientos”.
“Esta es la famosa competitividad argentina que te da la condición natural que tiene en cuanto a clima y suelos”, indicó Etchepare. Pero advirtió que si bien todavía es competitiva, “si te baja US$ 100 la soja en Chicago deja de serlo, porque el productor uruguayo o brasileño va a ganar 100 dólares menos, pero el argentino va a pasar de unos teóricos US$ 330 a US$ 230 después de los descuentos, y que verdaderamente van a ser US$ 120 o US$ 130”, finalizó el analista.