La buena producción de maíz en EE.UU esconde una sorpresa que genera reacciones ambiguas: por un lado, los rendimientos son dignos de celebración, aunque en paralelo crece la preocupación por la importancia de un componente que no desata festejos ni mucho menos.
El Corn Belt, que se extiende por el centro de Estados Unidos desde Indiana hasta Nebraska, es una especie de maravilla de la ciencia agrícola moderna: cultiva más de un tercio del maíz del mundo y produce 20 veces más que en el 1880 en casi el doble de la superficie terrestre.
A lo largo de la historia, puntualiza el portal web de National Geographic, casi todos los aumentos en el rendimiento se lograron a través de métodos agrícolas mejorados y la cría selectiva de maíz.
En las últimas décadas, se pensó que la ingeniería genética, capaz de modificar los genes de forma más precisa que el fitomejoramiento convencional, incrementó notablemente los rendimientos. La mayor parte de la cosecha estadounidense ahora está modificada genéticamente de una forma u otra.
Asimismo, de acuerdo a un nuevo estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences , en los últimos 15 años, el principal impulsor del aumento de los rendimientos de maíz fue otro factor: las temporadas de cultivo más largas y el clima templado promovido por el cambio climático.
Maíz en EE.UU: a ser creativos
El nuevo factor sorpresa no significa necesariamente una buena noticia, alertan los científicos. Pues mientras el mundo sigue calentándose, las condiciones en el Cinturón de Maíz pueden volverse menos favorables para el maíz, poniendo en peligro futuras ganancias.
Además, los científicos encontraron en la ingeniería genética una herramienta principal para ayudar a mantener los rendimientos en aumento en el futuro, una necesidad para un mundo que debe continuar produciendo alimentos para una población en crecimiento. En el Corn Belt, señala el nuevo estudio, esa herramienta no resultó tan útil como pensaban.
Patricio Grassini, científico agrícola de la Universidad de Nebraska-Lincoln, quien fue uno de los autores del nuevo estudio, explica: “Vamos a tener que ser muy creativos para mantener altos los rendimientos”.
Las etapas del éxito del maíz
Desde 1930, la producción de maíz creció constantemente a la par de una inversión de recursos científicos para mejorar los rendimientos y la productividad de los cultivos.
Los productores aprendieron a empacar más plantas en áreas más diminutas, precisar el tiempo de fertilización y variar cultivos para hacer que los suelos sean más saludables. Los mejoradores de cultivos lograron plantas que podían crecer más juntas, convertir sus hojas al sol o madurar más temprano en la temporada.
Por los años 90, empezaron a utilizar tecnologías todavía más sofisticadas para modificar la composición genética de las plantas con mayor precisión. El entusiasmo científico por las nuevas herramientas genéticas era notable: para muchos, según recuerda Grassini, la idea era “no se preocupen por la seguridad alimentaria, el rendimiento de nuestros cultivos se disparará”.
En el mismo momento, el clima del mundo empezó a cambiar, como resultado de la quema de combustibles fósiles sin control. Muchas regiones sintieron esos efectos, tales como lluvias súper intensas, olas de calor inesperadas o incluso temperaturas demasiado cálidas. Hoy en día, los cambios climáticos causan grandes problemas a los productores en muchas partes del mundo.
Pero sus impactos en el extremo medio y norte del Cinturón de Maíz parecen haber favorecido el crecimiento del maíz. Temporadas ligeramente más largas, particularmente en la primavera, un momento crucial cuando las plantas florecen, y tramos más largos de clima templado durante el período de «llenado de granos», el tiempo después de que se forman los granos, contribuyeron a que los agricultores aumenten sus rendimientos a lo largo de los años, asevera el nuevo estudio.
El clima y los campos
La pregunta que se impone es: ¿Cuánto influyeron cada uno de los ajustes climáticos, genéticos y agrícolas? Los estudios históricos encontraron en campos preparados para el éxito, con abundante agua y nutrientes, una mejor genética juega un papel importante en el aumento de los rendimientos.
Sin embargo, cuando los investigadores se centraron en los campos de maíz altamente productivos de Nebraska entre 2005 y 2018, los resultados fueron sorprendentes. Los ajustes genéticos contribuyeron solo alrededor del 13 por ciento del aumento total. “Todas estas promesas sobre ganancias de salto cuántico se han quedado cortas en la realidad”, sostiene Grassini.
Mejores prácticas de gestión agrícola, como fertilizar de manera efectiva o empacar más plantas en un campo, dieron paso a una diferencia mucho mayor, representando alrededor del 39 por ciento del aumento general. Juntas, las mejoras genéticas y agrícolas sumaron alrededor de 85 libras de maíz por acre cada año a las cosechas de los agricultores.
El efecto más grande se desprendió de las condiciones climáticas suaves y favorables de las últimas décadas, que fueron responsables de casi la mitad de las ganancias generales: alrededor de 80 libras adicionales por acre por año.
Cambio climático, éxito, riesgos y temor
Nathan Mueller, un investigador de agricultura de la Universidad Estatal de Colorado que no participó en el nuevo estudio, avisa que es poco probable que las condiciones climáticas templadas que han ayudado al maíz sean permanentes.
“Si el clima continúa calentándose, tal como se espera, pronto puede llegar un momento en que las condiciones templadas se vuelvan sofocantes, las sequías y las tormentas se intensifiquen y los sistemas meteorológicos se vuelvan menos predecibles, todos los efectos catalogados como posibilidades reales por la Evaluación Nacional del Clima de EE. UU. más reciente”, detalla el artículo de National Geographic.
“Es realmente importante separar la fuente de los diferentes riesgos para el rendimiento para que sepamos qué herramientas necesitamos usar para sostener el crecimiento actual o para contrarrestar las caídas” y protegernos mejor contra los riesgos climáticos, agrega Mueller.
Ahora bien, ¿por qué las condiciones climáticas han sido tan suaves en la región, mientras que el cambio climático causa estragos en otros lugares? Algo de eso puede ser suerte, según Mueller.
De todas maneras, parte de esto se debe a la gran capa de agricultura de regadío en sí misma: la región es tan vasta y tan uniforme en sus prácticas de siembra que, de hecho, creó su propio clima. Mueller y sus colegas revelaron que las temperaturas más altas del verano en toda la región en realidad se enfriaron ligeramente durante el último siglo , el patrón opuesto al de casi cualquier otro lugar del mundo.
Eso responde principalmente a que todas las plantas de maíz que crecen en sincronía actúan como un acondicionador de aire gigante. Succionan el agua mediante sus raíces en forma líquida y luego la transpiran a través de sus hojas en forma de vapor. Esa transformación de líquido a vapor requiere calor, que se extrae del aire circundante. Con tantas plantas transpirando a la vez, las temperaturas de verano en la región terminan siendo más frías de lo que serían de otro modo.
Por su parte, Ariel Ortiz-Bobea, economista climático y agrícola de la Universidad de Cornell, dice que “es una celebración de corta duración”. El motivo es claro: cuanto más calor hace, menos efectivo es el aire acondicionado natural.
Y el efecto general depende de la disponibilidad de abundante agua de riego, que en muchos estados de Corn Belt, incluido Nebraska, proviene del menguante acuífero Ogallala. Es muy posible que los patrones de riego cambien medida que desaparece ese recurso.
En ese sentido, Ortiz-Bobea aclara que “al pensar en las planicies centrales de los EE. UU., es mejor que no se cuelguen del riego y sus beneficios climáticos para el futuro”, y sentencia: “Se acerca la transición, con o sin cambio climático, pero el cambio climático la está acelerando”.