Detectaron carbón de la panoja en cinco provincias

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La campaña maicera 2023/24 es la cuarta consecutiva que registra la aparición del carbón de la panoja en la zona central del país. Se trata de un hongo que provoca un impacto directo sobre el rendimiento y su incidencia viene en aumento.

Ante este escenario, desde los semilleros remarcaron que la elección de la genética es la primera decisión de manejo para controlarla y bajar su inóculo.

Un dato a tener en cuenta es que esta re-emergencia del carbón de la panoja en el área de mayor potencial de producción de maíz de Argentina, está generando un intenso intercambio de conceptos agronómicos, de manejo y fitopatológicos. 

De acuerdo con los datos históricos, este hongo estuvo ausente de los lotes maiceros por unas 80 campañas y reapareció en el ciclo 2020/21, cuando sus últimas presiones patológicas databan de 1935/40.

Los daños

Fernando Guerra, gerente de Desarrollo de Producto de KWS y especializado en fitopatología vegetal, consideró que  “la aparición de la enfermedad para nosotros fue un gran problema porque estaba en una zona ‘no sanitaria’ -zona sanitaria entendido como norte de Córdoba, NEA y NOA-, en la cual una planta deja de producir materia prima y se convierte en ‘una semillera del hongo”

Y agregó: “Es impactante y nos instó a buscar lotes positivos a la enfermedad, siembras que fueran predisponentes y sumar información para definir riesgos”.

“Empezamos a acomodar todo nuestro programa genético y probar nuestras líneas de investigación para que los futuros híbridos aporten una mejor solución”, explicó el directivo.

Elección de genética

Al respecto, sostuvo que la selección genotípica para la enfermedad dentro del programa de mejoramiento es muy alta y estricta. “Para nosotros, los genotipos que presentan carbón se retiran del programa de mejoramiento. Afortunadamente, nuestra genética tiene una muy baja susceptibilidad o es nula, directamente”, aclaró.

Desde el momento de la primera detección en 2020/21, hay algunas certezas sobre esta enfermedad. La patología es de ambientes templados, no es típica de observar en siembras tardías y se caracteriza por la necesidad de suelos secos.

Por ello, quedó muy vinculada al ambiente Niña de los últimos tres ciclos y en esta campaña, a pesar de la condición más húmeda, se registró un inicio deficitario de agua en los suelos, que pudo ser disparador de las infecciones.

La enfermedad se expande

Roberto De Rossi, fitopatólogo de la Universidad Católica de Córdoba, advirtió que “los primeros focos los pudimos ver en una zona bastante cerrada de producción. Desde allí comenzamos a hacer los primeros trabajos en un radio de 80 a 100 kilómetros del foco cero y ahora, la enfermedad está presente en cinco provincias”.

Respecto a la biología, el experto explicó que el carbón de la panoja es una enfermedad considerada de suelo, que tiene una estructura de resistencia que puede subsistir latente por cinco a siete años.

“Cuando se implanta el cultivo principalmente en maíces de fecha temprana, que tardan más tiempo en emerger, se produce la infección durante un período muy corto. Este patógeno crece con la planta y se posiciona en su meristema apical y va generando una evolución vegetativa y reproductiva diferente en el cultivo”, subrayó.

Según De Rossi, los niveles de incidencia vistos hasta el momento, en promedio, son del 1% al 5%, pero “hemos visto excepciones con incidencias del 10% a 30%, que preocupan mucho ya que ello tiene una implicancia directa en el rendimiento”.

Sobre el manejo de esta enfermedad, el especialista sostuvo que la mejor solución concluyente, hasta ahora, es el manejo integrado de enfermedades. “Lo primero es elegir genética que haya sido probada con alta presión de la enfermedad y no hacer monocultivo de maíz. Pensar en el tratamiento de semilla, aunque no hay tratamientos registrados que la puedan controlar”, precisó.

Al momento de la cosecha, aconsejó detectar los focos dentro del lote. Entonces, al momento de tomar la decisión de cosecha, ese lote afectado debe ser el último en trillarse, para evitar la diseminación de las estructuras de resistencia que permanecen mucho tiempo en el suelo.